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BIT A KORIN

¿Dónde estaba?

¿Dónde estaba?

¿Dónde estaba?

El otro día lo preguntó retóricamente.Esta puede ser una buena respuesta.

¿Dónde estaba Dios, señor Bono, aquel 18 de julio?

Me da mucho qué pensar su pregunta. Diría que si no fuese usted cristiano, estaría delirando cuando la formuló, o engañando a cuantos iba dirigida, y si lo fuese (como creo que es el caso) tiene un concepto de Dios muy particular.

Desde la óptica de un cristiano creo que Dios, en aquel triste entonces, estaba como ahora, como siempre, en todo. Él es todo. Pero yo preferiría no meter a Dios en toda esta espiral de malos recuerdos que, de un tiempo a esta parte, se viene desatando.

Ahora bien, como ciudadano español, conocedor y amante de la historia (como me la han contado y como la he ido descubriendo), tal vez pueda pensar que en aquella triste jornada, y en las anteriores a la que nos ocupa, andaba Dios por lo alto de los cielos estupefacto ante las columnas de humo que se alzaban desde ciudades y pueblos, viendo con sus ojos omnipotentes (y a la vez cegados por las lágrimas) como su casa, su iglesia, los centros de reunión de los cristianos, los lugares piadosos de culto, residencia y estudio de los que habían consagrado sus vidas al servicio de tan alto fin, eran asaltados, profanados, quemados y destruidos. Viendo también cómo sus fieles –creyentes y sirvientes- eran perseguidos y ajusticiados con la violación, el escarnio, la ofensa pública o la ejecución, por el único y mero hecho de creer en un Dios y simpatizar o formar parte de alguna de las congregaciones a su servicio. Algunos (o muchos) de esos perseguidores, justicieros y ejecutores eran socialistas como usted.

Quiero ir un poco más allá, aunque estas palabras me duelan y me resulten duras. Creo que Dios estaba también en los corazones de todos aquellos (que no eran pocos) que creían en una España distinta, o al menos, no creían en lo que se iba convirtiendo esa España legítima (y, por consiguiente, en su gobierno), en esos corazones, al menos en esos, estaba Dios. También estaba en las letras de las canciones que, con ilusión y esperanza, entonaban muchas (que no pocas) gargantas españolas. También, cómo no, en la simbología de entonces (que no era poca), como la que acompaña a cualquier Estado, en cualquier momento. Estaba en los discursos, en los mítines, en las arengas, en las escuelas y en sus libros, en el ideario, en las calles, en las casas de algunos españoles que querían abrazar la fe de Dios (y no eran pocos).

Estaba en la pared, al pie de la cama, de muchas camas, de muchos españoles; en la mía también (y ahí seguirá) velando el sueño de aquéllos que tan sólo quieren creer en Dios (y no somos pocos).

Tal vez estuviera en bastantes más lugares, pero creo que no es ni el momento ni el lugar para recordárselos.

He intentado, señor Bono, decirle muy por encima dónde, en mi opinión, estaba Dios en esas jornadas tan trágicas que, ojalá nunca hubieran sucedido. Y lo he intentado porque la ignorancia me asusta y no quiero verlo a usted inmerso en la ignorancia.

Aún así, la pregunta, si es sincera, me sigue causando sorpresa, más aún viniendo de un cristiano como usted, aunque sea socialista.

Dios le guíe.