Criminales de guerra con homenaje urbano
5 de abril. Tras la muerte de Franco, la reconciliación de la posguerra consistió en esto: enterrar a los muertos y que la memoria personal se convirtiera en impersonal Historia. Esto no afectaba sólo a los muertos, sino también a los verdugos, cuyos crímenes fueron obliterados. Algunos, incluso, obtuvieron un no siempre justificado homenaje póstumo.
En Mérida hay una calle dedicada a quien fue su alcalde, el socialista Andrés Nieto Carmona. Este caballero, coronel de Carabineros durante la guerra, estuvo al frente de la 40ª División, la que conquistó Teruel el 8 de enero de 1938 (la única capital de provincia tomada por la República en toda la contienda). Doce días después de la caída de Teruel, Nieto Carmona hizo fusilar, sin que mediara juicio alguno, a cuarenta y seis de sus propios hombres. Su delito: reclamaban el permiso prometido por la conquista de la ciudad. Otros milicianos consiguieron escapar a la furia homicida de su jefe (el episodio lo ha investigado y esclarecido Pedro Corral: Si me quieres escribir, Debate, Madrid, 2004). La calle emeritense sigue hoy bautizada con el nombre del verdugo.
En Langreo, el Ayuntamiento socialista dedicó una calle a su antiguo dirigente Belarmino Tomás, uno de los líderes de la Revolución de Asturias. En la guerra, durante el cerco de Teruel, Belarmino Tomás hizo volar con 3.200 kilos de dinamita varios edificios atestados de civiles, fundamentalmente mujeres y niños. Causó miles de muertos. El propio Belarmino se jactó del episodio en una entrevista publicada por ABC el 7 de enero de 1938. Por cierto: los hijos de este carnicero no prestaron servicio en las filas republicanas porque su padre los enchufó en puestos administrativos del Consejo de Asturias y León, órgano de gobierno interprovincial durante la contienda, que el líder socialista presidía. Este personaje mantiene su calle en Langreo.
En Badajoz sigue teniendo calle Margarita Nelken, destacada líder del PSOE en los años treinta. La mitología socialista ha tratado de que la Nelken pase a la posteridad como una suerte de paradigma del feminismo, musa de las reivindicaciones políticas de las mujeres españolas. Pero tal aspecto es el menos relevante en la trayectoria política de esta dama, a la que más bien se recuerda por aquella incendiaria proclama lanzada en julio de 1936, varios días antes de que empezara la guerra: "Nosotros queremos la revolución. Pero no es la revolución rusa la que nos servirá de modelo. Lo que necesitamos son llamas gigantescas, que puedan verse desde toda la Tierra; lo que necesitamos son oleadas de sangre que tiñan de rojo todos los mares del mundo". Margarita Nelken mantiene sus calles y su mimada posteridad.
Son sólo tres ejemplos. Es bien sabido que podrían multiplicarse.
Todos querríamos olvidar estos episodios; dejar a cada cual sus calles, sus placas y sus estatuas, y pasar página de una vez. Casi lo habíamos conseguido. El morboso revanchismo del PSOE nos está devolviendo al punto de partida.
En Mérida hay una calle dedicada a quien fue su alcalde, el socialista Andrés Nieto Carmona. Este caballero, coronel de Carabineros durante la guerra, estuvo al frente de la 40ª División, la que conquistó Teruel el 8 de enero de 1938 (la única capital de provincia tomada por la República en toda la contienda). Doce días después de la caída de Teruel, Nieto Carmona hizo fusilar, sin que mediara juicio alguno, a cuarenta y seis de sus propios hombres. Su delito: reclamaban el permiso prometido por la conquista de la ciudad. Otros milicianos consiguieron escapar a la furia homicida de su jefe (el episodio lo ha investigado y esclarecido Pedro Corral: Si me quieres escribir, Debate, Madrid, 2004). La calle emeritense sigue hoy bautizada con el nombre del verdugo.
En Langreo, el Ayuntamiento socialista dedicó una calle a su antiguo dirigente Belarmino Tomás, uno de los líderes de la Revolución de Asturias. En la guerra, durante el cerco de Teruel, Belarmino Tomás hizo volar con 3.200 kilos de dinamita varios edificios atestados de civiles, fundamentalmente mujeres y niños. Causó miles de muertos. El propio Belarmino se jactó del episodio en una entrevista publicada por ABC el 7 de enero de 1938. Por cierto: los hijos de este carnicero no prestaron servicio en las filas republicanas porque su padre los enchufó en puestos administrativos del Consejo de Asturias y León, órgano de gobierno interprovincial durante la contienda, que el líder socialista presidía. Este personaje mantiene su calle en Langreo.
En Badajoz sigue teniendo calle Margarita Nelken, destacada líder del PSOE en los años treinta. La mitología socialista ha tratado de que la Nelken pase a la posteridad como una suerte de paradigma del feminismo, musa de las reivindicaciones políticas de las mujeres españolas. Pero tal aspecto es el menos relevante en la trayectoria política de esta dama, a la que más bien se recuerda por aquella incendiaria proclama lanzada en julio de 1936, varios días antes de que empezara la guerra: "Nosotros queremos la revolución. Pero no es la revolución rusa la que nos servirá de modelo. Lo que necesitamos son llamas gigantescas, que puedan verse desde toda la Tierra; lo que necesitamos son oleadas de sangre que tiñan de rojo todos los mares del mundo". Margarita Nelken mantiene sus calles y su mimada posteridad.
Son sólo tres ejemplos. Es bien sabido que podrían multiplicarse.
Todos querríamos olvidar estos episodios; dejar a cada cual sus calles, sus placas y sus estatuas, y pasar página de una vez. Casi lo habíamos conseguido. El morboso revanchismo del PSOE nos está devolviendo al punto de partida.
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carlos -